miércoles, septiembre 09, 2009

Hasta siempre amigo black (06 de diciembre de 2008)

Hace tiempo que había dejado de escribir en el blog porque tenía muy pocas visitas y las pocas que tenía llegaban buscando algo nada que ver; así que pensé que era mas eficaz escribir notas en facebook.
Considerando que ahora tengo mas visitas y que estoy siendo referenciado de otro blog muy bueno, voy a comenzar a hacer una recopilación de entradas antiguas que no hayan quedado obsoletas (como la gripe porcina que ya todos saben que no es el fin del mundo, o la forma de programar de Vasco Mulian que ya lo echaron)

Y hoy traigo esta nota que hizo llorar a muchos de diciembre del año pasado.

El lunes fue una de las noches más tristes en mucho tiempo.
Cuando fui a darle comida a “mis bestias” me encontré con algo que golpeó muy fuerte mi corazón: mi Black, el compañero de tantos años yacía sin vida en el suelo del patio.
- ¡¿Qué te pasó?! – le dije preocupado, aún con la esperanza de estar equivocado en lo que me parecía estar viendo; me agaché y le hice cariños en la cabeza, confirmando que mi fiel mascota ya no estaba viva.

Estaba tieso y lleno de hormigas. Lloré como cabro chico sin querer dejar de acariciar su cabeza, sólo quería que fuera mentira y que “mi macho alfa” moviera la cola otra vez. No me importaban ni las hormigas que se subían a mi mano ni las otras perritas que ajenas a la conciencia de la vida y la muerte corrían contentas porque yo había llegado.
Kathy escuchó mi llanto y venía al patio para ver que me pasaba, yo no quería que viera al Blacky así y sólo atinaba a gritarle que no saliera.
Cuando le dije que el Black estaba muerto comenzó a llamarme, pero yo no quería dejar solo a mi perro; sabía que ella quería consolarme y que necesitaba que yo la consolara, pero no podía dejar al Black ahí tirado. Aunque llevaba tiempo muerto, el dejarlo ahí era como asumir que ya no estaría nunca más conmigo.

Se que para muchos esto es difícil de entender, he escuchado gente comentar que no entienden como algunas personas tratamos a nuestros animales como si fueran personas, juzgándonos prácticamente de locos por gastar en peluquería o por hablarles a nuestros animales como si fueran personas. No pretendo que esas personas me entiendan, no pretendo que para que entiendan mi pena dejen de ver a las mascotas como seres inferiores que actúan por instinto y conveniencia. Yo se que mi Black me quería a mi y no a la comida que le daba porque esperaba a que terminara de hacerle cariño cada día antes de ir a comer. Yo se que mi perro me entendía cuando le hablaba y aunque a veces no hacia caso, a veces solo con una miranda sabia lo que quería que hiciera.

Mientras lo acariciaba, muchas cosas pasaban por mi cabeza. ¿Fue mi culpa?, ¿no le dí el cuidado que necesitaba?, ¿se habrá ahogado con la última comida que le dí? También, pensé en la gente que hace pelear a sus perros hasta la muerte preguntándome como era posible que lo hicieran sin sentir el inmenso dolor que sentía yo al tocar su cuerpo que estaba frío y duro.

Hace tiempo que no lloraba tanto.

Al día siguiente también fue triste que al llegar sólo dos perritas me fueran a saludar, me faltaba uno, me faltaba el primero, casi instintivamente al llegar iba a llamar al Black, pero no estaba.

Es que el Black me acompaño por 4 años, llegó cachorrito antes de que me casara; cuando Kathy me dijo que lo tendríamos no me agradaba la idea, sin embargo a los pocos días, ese perrito negro que viajaba en el tablero de mi auto ya me había ganado.
Como olvidar cuando encontró el saco de comida y lo encontramos inflado como un globo sin poder moverse… o cuando casi se lo llevó el mar en la playa… o la primera vez que le cortaron el pelo y yo no estaba seguro si era él o si me lo habían cambiado en la peluquería.


Una vez, al despertar note que no estaba, que se había escapado. Era pleno invierno y salí a buscarlo en el auto. Después de varios minutos lo encontré mojado y acurrucado con un perro callejero para no perder el calor.
Recuerdo que detuve el auto a su lado, abrí la puerta y lo miré enojado. No tuve que decir ninguna palabra, el me miró asustado y se subió con la cola entre las piernas.

No era la primera vez que se arrancaba. Una vez cuando todavía era chico y vivíamos en departamento, una huida casi hace que se suspenda mi matrimonio.
Abrí la puerta para botar la basura por el ducto, vivíamos en el 4º piso de la torre B y sin que alcanzara a agarrarlo salió corriendo. Yo tuve que devolverme a buscar las llaves y no quedar afuera, pero para cuando lo hice el blacky no estaba por ningún lado. Fueron varias horas las que estuvo perdido. Lo buscamos por todos lados. Kathy estaba tan enojada que rompió un vaso en el suelo gritándome por no haber cuidado al que era como nuestro hijo.
Al volver después de aplanar las calles buscándolo, estaba con el conserje… claro, salio corriendo, pero se devolvió rápido y como no sabía leer ni tampoco que el edificio tenía dos torres, estuvo todo el rato en que lo buscábamos en la puerta del departamento equivalente al nuestro pero de la torre A esperando a que le abrieran la puerta.

Ahora ya estaba grande, y si se arrancaba no me preocupaba porque en las salidas a pasear aprendió el regreso a casa. Más de una vez Kathy se preocupo y salió a buscarlo en auto, pero siempre el Black llegaba antes que ella y la saludaba contento al llegar mientras ella lo retaba.

Va a ser difícil olvidarlo, cada vez que voy a saludar a las perritas que quedaron, siento que me falta algo.
Blacky cuando era cachorro,
Black ahora grande
mi macho alfa cuando les daba comida
Blackberry cuando lo retaba
o simplemente una de mis bestias cuando generalizaba.

Se que esta nota es larga, y que probablemente pocos la lean completa, pero necesitaba escribirlo, además, es el mínimo homenaje que puedo hacerle a mi perro donde quiera que esté.